La reunión que se llevó a cabo en Copenhague, Dinamarca entre los días 7 y 18 de diciembre de 2009, ha reavivado el tema del cambio climático a nivel mundial. El tan esperado conclave de las potencias mundiales, junto a un centenar de países más, depositó la esperanza de un acuerdo a escala planetaria para reducir las emisiones de gases que ya han hecho sonar las alarmas entre los científicos y políticos más importantes. Naciones industrializadas y contaminantes como EEUU, China, Australia y Canadá, que nunca estuvieron de acuerdo en firmar el Protocolo de Kyoto, allí por el año 1997, porque suponían un desaceleramiento en su crecimiento, intentaron discutir esta vez la reducción y los topes de emisiones para la confección de un nuevo documento, una vez finalizado el mencionado protocolo en el 2012.
A esta altura, y después del fracaso que supuso la reunión, para estas potencias ya es innegable la crisis climática provocada por el aumento de la temperatura, debido entre otras causas, al calentamiento global por el efecto invernadero. La amenaza del aumento del nivel del mar por el derretimiento progresivo de los hielos, ha llevado a una situación que requiere medidas urgentes y que puso en alerta a la población. En este contexto el ya famoso emblema del oso panda como especie empujada hasta casi su extinción, dio paso a otra imagen del drama: el oso polar y su lucha por la supervivencia en el Ártico en una capa de hielo cada vez más delgada.
El remplazo del uso de energías no renovables, por otras que sí lo son, como la solar o la eólica, junto con el cambio de conciencia sobre la utilización de los recursos desde un nivel local a uno global serán las claves del próximo acuerdo. A esto se le deben sumar políticas de desarrollo social, sanitario y económico que postulen una redistribución de ingresos para que los países pobres y los que están en vías de crecimiento tengan la oportunidad de acceder a los recursos básicos que hoy se concentran en tan solo un 20% de la población mundial. Pero también las políticas de creación y revalorización de las áreas naturales protegidas deberán tener un impulso mucho más amplio, ya que son las vidrieras del cuidado y del manejo equitativo de los recursos naturales y culturales. Son los cofres que guardan el tesoro genético de la flora, la fauna, la geología y las culturas pasadas, y son los reservorios de sustancias vitales para la vida, como el agua. Es ahí donde pueden prevalecer intactas a la mano arrolladora del hombre, y donde logran permanecer para las generaciones futuras.
La protección de los glaciares, en constante retroceso, debe convertirse entonces en una prioridad innegable al momento de crear nuevas áreas protegidas. Una buena decisión gubernamental como la Mendocina de llevar a cabo un censo en la provincia, sirve para conocer que es lo que tenemos y es un primer paso. Pero haber vetado una Ley Nacional para protegerlos, desde luego que no ayuda como tampoco promover un Rally con “bombos y platillos” en lugar de implementar la vital Ley de Protección Ambiental de Bosques Nativos. Tener una posición tímida y poco clara como país frente a la discusión sobre el cambio climático global es un paso en falso que tampoco nos podemos dar el lujo de efectuar.
La realidad de la situación implica una participación mucho más activa y una toma de decisiones por parte del gobierno nacional que incentive una conducta amigable y comprometida con el medio ambiente, y que fije un papel estratégico en la reducción de emisiones de gas tóxicos, como si lo hizo Brasil que acordó reducirlas en un 20 %.
Aprovechando que la atención del mundo hoy en día está concentrada en discutir una mayor responsabilidad socio-ambiental de sus habitantes, pero sobre todo de sus políticos, Argentina debería incrementar sus acciones, decisiones y sus políticas ambientales creando nuevas áreas protegidas, reforzando las existentes, promoviendo leyes que las protejan, destinando fondos para el estudio de la problemática ambiental y apoyando toda iniciativa que signifique la defensa de nuestro patrimonio natural y cultural.
Gaia Misiones
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