Durante una decena de años el Etna ha acumulado una grandísima cantidad de energía en forma de magma debajo de la superficie. La presión del magma ha hecho que se inflara como un 'panetone' dentro de un horno, hasta que se ha superado el límite de resistencia y ha explotado.
“Desde ese momento, el magma ha llegado a la superficie a través de fisuras que se abren en las laderas del volcán. Esto sucede aún hoy. Estas fisuras han causado erupciones de muchísima cantidad de magma. Como un 'soufflé' que se desinfla”. En esos últimos diecisiete años, los investigadores italianos han descubierto que el volcán, uno de los mayores del mundo con un diámetro de unos 45 kilómetros, se expande y contrae, lo que propicia la existencia de fisuras que amenazan a las poblaciones-cercanas.
Hay más riesgo de erupciones a baja cota, porque se abren estas fisuras en la ladera del volcán y pueden alcanzar cotas muy bajas, de sólo unos pocos metros por encima del nivel del mar, a todo ello se debe añadir la inestabilidad geológica que manifiesta la ladera oriental del Etna, la que da al mar.
Esa ladera centra otra de las claves de la investigación, pues en ella se produce un movimiento de expansión de la superficie hacia el mar de más de un centímetro cada año, que puede llegar a ser, incluso, mayor durante algunos periodos. Es un movimiento que la gente no advierte pero que cuando sucede lo que sucedió a finales de los años 90, es decir, una acumulación de magma tan imponente, se produce una aceleración del movimiento lateral del volcán.
En aquel momento, la parte más inestable del volcán llegó a extenderse incluso uno o dos metros hacia el sureste, produciendo una serie de terremotos muy destructivos, como el que en 2002 dejó a unas mil personas sin hogar en la localidad de Santa Venerina.
Porque obviamente estos movimientos si suceden de uno a dos centímetros al año no provocan catástrofes, pero si suceden en muy poco espacio de tiempo, a veces incluso en pocos segundos, y mueven un metro o dos el suelo, eso genera terremotos muy violentos.
El hecho de que sólo se desplace una parte del volcán produce deformaciones en su superficie que contribuyen a la formación de fallas que han hecho intransitables algunas carreteras. Se generan fallas que desafortunadamente cortan el suelo y que a menudo atraviesan los pueblos o las ciudades.
En el Etna hay carreteras que en los últimos cincuenta o sesenta años han sido cortadas y desplazadas hacia el mar unos cuatro metros y medio. Los datos que los científicos italianos han presentado corresponden sólo a los últimos diecisiete años, pero están convencidos de que estos fenómenos, que condicionan muy lentamente el devenir de los vecinos del volcán, vienen produciéndose en el Etna desde siempre. Actualmente, desde 2001, el Etna atraviesa una fase de descarga o “deshinchado”, en la que se producen algunas erupciones de lava en las laderas del volcán, la última en mayo del año pasado.
Gaia Misiones
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