jueves, 28 de febrero de 2008

El calendario y los años bisiestos

Un año es bisiesto si dura 366 días, en vez de 365 de un año común. Ese día adicional se agrega al final del mes más corto, fechándose como 29 de febrero.

Antes de inventar el calendario, el hombre medía el tiempo guiándose por la salida y la puesta del Sol. Es decir, por el día, que es una unidad natural de medida. Luego, observó las fases de la Luna, el paso de las estaciones, los cambios del clima, y los incorporó a la cuenta del tiempo.


En realidad, se desconoce, propiamente, dónde nació el calendario. Ya los egipcios -unos 4000 años antes de Cristo- tenían un calendario y se regían por las periódicas crecidas del río Nilo. También los caldeos tenían el suyo, al igual que los persas y otras civilizaciones antiguas.

En América, asimismo, antes de la llegada de los españoles, civilizaciones muy importantes y avanzadas, como la de los aztecas, los mayas e incas tenían, ciertamente, sus propios calendarios. El de los aztecas, por ejemplo, era un calendario solar que duraba 365 días, casi como el actual.

Calendario
Azteca




Calendario Maya


Pero el calendario que actualmente utilizan los pueblos cristianos, tiene su origen en el que crearan los romanos. Deriva del que instituyó -según la leyenda- el rey Rómulo (que junto a Remo fundara Roma), y que constaba de 10 meses. A este calendario, Numa Pompilio le agregó 51 días, dándole un total de 355 días.

Con el paso de los siglos, ese calendario mostró un error de más de dos meses con relación a las estaciones. Por ello, el emperador Julio Cesar -en el siglo I antes de Cristo- lo reformó. Decretó que el año 46 -antes de Cristo- tuviera 445 días, añadiéndole 23 días al finalizar el mes de febrero, y 67 días entre noviembre y diciembre. En la tradición romana, ese año tan especial pasó a ser el de mayores confusiones.

Sin embargo, de ese modo el año volvió a coincidir con las estaciones. Finalmente, Julio César ordenó que cada cuatro años se añadiera un día al mes de febrero. Así surgieron los años bisiestos. Este calendario se llamó “Juliano”.


A pesar de los estudios realizados en tiempos de Julio César, en el siglo
XVI de esta era se advirtió la existencia de una diferencia entre el año trópico -es decir, el que dura mientras la Tierra gira alrededor del Sol- y el calendario “Juliano”. Así, en 1528 -durante el pontificado de Gregorio XIII- esa diferencia era de 10 días.

Por tal motivo, ese año el pontífice suprimió esos 10 días. Y con el propósito de evitar futuras divergencias, también dispuso la supresión de tres años bisiestos; cada cuatro años centenarios (1600, 1900, 2000, 2100, etcétera) sólo serían bisiestos aquellos cuyo número de siglo fuera múltiplo de 4.

Los países católicos adoptaron ese calendario, cuya vigencia se ha extendido a gran parte del mundo.


Licenciado Sergio Luis Alberto Páez
Departamento en Geografía
Instituto Superior “Antonio Ruiz de Montoya”

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